Introducción

Introducción

A pesar de lo que algunos cronistas de arte, propaladores y hasta teóricos difunden (o tratan), hay una suerte de argentina semi-secreta en la cual, en distintos estadios, trabajan artistas que tienen o elaboran códigos propios de expresión, sin atarse incondicionalmente a modas o carromatos tentativamente triunfalistas, dependientes de polos de poder, circuitos comerciales , preceptorías vagamente virreynales. Y conste que este duro itinerario – personal, corajudo – no intenta en modo alguno el menosprecio y la desconexión con las formas de avanzada que se produzcan en cualquier latitud.
La diferencia es que estos artistas no se allanan al plegamiento inexorable a modas – es un ejemplo – por el hecho de ser modas, a los gustos de un circuito por el sólo expediente de poder estar en ese circuito.. Con su actitud valiente desmontan, de paso, la perversidad de ciertos estadios de la sociedad contemporánea. Con su actitud comienzan a modificar aquellos manejos que, por otra parte, en nada benefician al arte argentino y latinoamericano. ese arte argentino y latinoamericano, que, esforzadamente – sin autoengaños – comienza a imponerse internacionalmente.
Susana Epstein, es el nombre y apellido de uno de esos nuevos rostros del arte argentino que “Juguemos en el Bosque” quiere contribuir a mostrar y a afianzar.
Para este arranque, nos interesa mostrar aspectos de las imágenes de Susana Epstein.
En el plano del dibujo, es autora de una de las series más restallantes que se han producido con esa técnica en el arte argentino de estos últimos años.
Con total libertad, Susana Epstein coincidió con los textos ya casi clásicos que Ernesto Sábato reuniera bajo la denominación de “Hombres y Engranajes”. Denostando todo apego a la ilustración, elaboró una saga de relevante factura, suscribiendo una patología lineal, que incluye un enfoque crítico de la realidad cotidiana, entramado en la urdimbre de una genuina invención visual.
En el plano de la pintura, Susana Epstein mantiene las mismas líneas de fuerza, sólo que las mismas se potencian a partir de la utilización del color (con indudable fuerza expresiva, decidora) y un renovado conocimiento compositivo.

Alfredo Andrés

Críticas

Exposición de Dibujos Paranoia La Matrix
realizada en el
CENTRO CULTURAL SAN MARTIN, año 1988

SUSANA EPSTEIN Y DIBUJOS QUE DESCUBREN LOS ENGRANAJES DE LA REALIDAD

Hubo una vez una pintora que pintó un cuadro al que llamó: “Planeta Tierra” *. Poco después, cayó en manos de la artista un libro, “HOMBRES Y ENGRANAJES”, nada menos de Ernesto Sábato. Tuvo el sabor – la lectura – de un descubrimiento, casi una revelación. Entre perplejidades y asombros, la pintora volvió a mirar su cuadro, a revisar su propia “interna”. La conclusión fue que entre las dos obras existían caminos secretos como indudables. Cada una había nacido por su lado, además de pertenecer a campos diferentes, la palabra escrita, la pintura dibujo.
No podía entonces hablarse de influencias. Afinidades sí, seguramente. Universos paralelos como no, fue entonces cuando Susana Epstein, de ella se trata, ya consciente que su imaginario pictórico y el discurso de Sábato se enlazaban en alguna filosofía compartida, en ciertas semejanzas en eso de “mirar hacia un mismo lado “.Sin dependencias por cierto.
Fue entonces cuando comenzó una serie – una alternativa familiar en el quehacer de Susana Epstein – de dibujos, explícitamente titulada: “Hombres y Engranajes “. No porque fuesen una ilustración del libro, sino porque respondían – ya lo dije – a una suerte de filosofía, una suerte de mirada compartida (dentro de los celosos parámetros que delimita cada personalidad) a propósito de los mencionados hombres y engranajes.
Obra Extraña y potente la serie de “Hombres y Engranajes” de Susana Epstein. Con lugar propio dentro de la última plástica Argentina, desde su condición de “serie unitaria “y con independencia de cada uno de los dibujos en particular. Tan propio ese lugar, que no es difícil augurarle un largo recorrido en las miradas (la memoria) de los contempladores.
Susana Epstein trabaja en su estudio, rodeada por el sol y la propicia tranquilidad del lugar, casi un paréntesis respecto a la intranquilidad que define a la sociedad argentina actual. Uno no encuentra, sin embargo, a una artista envuelta en un capullo de cristal. Atendiendo a la ardua problemática que se desprende de sus obras, uno se siente tentado a verificar la paradoja, a precisar que ese pacífico estudio es el lugar de observación donde Susana Epstein recala, amasa su filosofía visual – a la que no le faltan vértices agudos, a la que no le faltan pespuntes sarcásticos enderezados a su propia lectura de la condición humana-, y por cierto, vierte la misma en telas, hojas.
Lo cierto es que “leer” los Hombres y Engranajes de Susana Epstein, supone aventura más que singular, desde la coherencia interna (e inamovible) de la serie, hasta los coruscantes traqueteos que, con efecto multiplicador, se agazapan en cada dibujo, desde cada uno de ellos. Una temática – esa palabra- de amplísimos límites, sobresale de los dibujos reunidos bajo el común denominador “Hombres y Engranajes”.
Pasar temática tan fluida a las palabras, no constituye por cierto una explicación de los dibujos que conforman en cambio, algo así como una aproximación. Y esta, bueno es ratificarlo, con todos los “peros” que distintas miradas pueden añadir a cada hecho plástico en sí. En cuanto dibujos, cada una de las obras funciona como una entidad unicelulada respecto al organismo central que las abarca. Estas criaturas uniceluladas, o discursos, entreverados a su vez con el que emerge de la mirada del contemplador. Cada visión, consecuentemente, da la posibilidad de una operación o varias.
Aproximaciones decía: uno recorre los “Hombres y Engranajes” de Susana Epstein e innumerables construcciones comienzan a levantarse en lo interno. Cito al azar: la fuga del tiempo desde la relación del mismo con el hombre, los gancheros (es decir los mecanismos que lo enganchan a uno), como se vértebra una sensibilidad de perseguido, el juego del gato y el ratón (nada menos), planteos cósmicos (o paracósmicos, da igual) que delinean ese perpetuo girar en un sistema y atrapados por la gravitación sin posibilidad de zafar, el tema de los rodillos y las cintas transportadoras (“no vas, te llevan”, dice Epstein), la sensación de opresión del amo y el esclavo, la falta de espacios en un universo donde el hombre siempre se enfrenta o convive con mecanismos, la falta de un afuera”.
La enumeración anterior no deja de ser fascinante. Pero es bueno verla como una “aproximación”
Una aproximación que al ver los dibujos se recuerda y se olvida, en la medida en que uno sepa desprenderse de ataduras dejándose ganar por la potencia y las sugerencias íntimas de las obras.
El universo plástico de Susana Epstein tiene una naturaleza inequívocamente visual. El azar, calculado, por sí decir, la colocó en instancia de recorrer segmentos de un pensamiento paralelo. “Hombres y Engranajes ”está allí, para probarlo. Luego vienen las pinturas de Susana Epstein, donde su reciclada figuración se dispara en ocasiones – ya lo dije- a regiones de un duro sarcasmo.
Dibujos y pinturas (los que motivaron esta nota, las que abrirán la puerta en nuevas indagaciones), fundamentan de paso la dúctil sensibilidad de quien alimenta un discurso fluido, cambiante, que sabe de las autotransformaciones. Por hoy alcanza, ya que era la ocasión para el dibujo. Cuando volvamos con Susana Epstein, en relación a sus pinturas, estaremos recorriendo los espacios y laberintos, de otro engranaje.

Alfredo Andrés
La Cosa.

SERIE NOCKOUT

El origen de las 44 obras que la componen se dio como resultado de mi posición de mujer acosada por el machismo paternalista o callejero, al que tenía a que enfrentar o eludir con la poca experiencia de mis primeros años. Pero eran otros tiempos y en nuestro país se silenciaba. La mujer era educada para prevalecer en su rol de esposa y madre, al punto de despreciar a la “solterona” como mujer fracasada.

Pasaron los años y el entorno seguía sacudiéndome, porque las primeras cicatrices no se olvidan.

Como pintora y dibujante había descubierto, desde el automatismo, mi cualidad de trabajar en obras consecutivas que ampliaban la semilla de un tema inicial y que finalmente se aunaban como piezas de un rompecabezas en una imagen completa.

Mi temática era diversa sin proponérmelo, y siempre surgía por el reclamo de mi inconsciente. Así se gestaron las series (entre otras) de La Calesita y Daimon.

Por aquel entonces fui sacudida por el crimen que Carlos Monzón cometiera sobre su mujer. Me impactó el tema porque era una figura que representaba al “macho Argentino” en el colectivo social. Y este hecho que aparentemente venía “de afuera”, conmovió mis cimientos y alteró mi estilo.

Carlos Monzón, como Carlitos Gardel, era otro símbolo machista que jugaba con la “fémina esperanzada” en darle su amor a cambio de poseerla.

Fue entonces que se desplegó ante mis ojos el juego de seducción de la mujer colonizada mentalmente por una historia patriarcal de sometimiento que se expresaba en los tangos que había escuchado en la infancia.

Vagando por un territorio desde el cual me llegaban sus voces, cada obra me mostraba los caminos ambiguos y recurrentes en la que los protagonistas iban tomando vida.

La mujer símbolo, representada en mis pinturas por “Argentinita”, es la mujer que quiere ser rescatada por el amor del macho que la posee, pero desalentada por su recurrente situación de sometimiento, comienza a alimentar el deseo de ser ella misma hasta convertirse en una mujer “empoderada”.

La serie de situaciones que se reflejan en la obra, ambientadas con un fuerte toque gardeliano, describen este periplo. Sobre el fin de la secuencia “Argentinita” se libera del “macho” que la anula, para emprender un camino que la rescate del tan mentado paradigma, cuya lucha ha retomado el feminismo con una determinación inusitada.

Sofía Dourron

Curadora de arte

Exposición de pinturas Salón Principal
CENTRO CULTURAL SAN MARTÍN año 1986

EL DIBUJO y LA PINTURA COMO REVELACION DE LA REALIDAD

La exposición de pinturas y dibujos presentada por Susana Epstein en el Centro Cultural General San martín, enfrenta al contemplador con una serie de imágenes menos violentas por los factores icónicos y cromáticos que por la fuerza signifícante y su intenso valor alegórico.
Automovilistas con sus veloces máquinas u otras presencias amenazadoras implican al espectador con el drama del cuadro, un drama que parece mostrar oscuras y desconocidas facetas de la realidad contemporánea vistas con una expresión apasionada, pero sin excesos ni desbordes.
Susana Epstein opera pictóricamente en la vía de una manera de figuración de base expresionista, cuyos principios no normativos tienen como fin último menos problematizar la “representación” que la “realidad”. No pueden interpretarse con criterios regresivos, subordinándolas a códigos de reconocimiento del pasado, estas imágenes preñadas de connotaciones simbólicas directamente ligadas al entorno histórico-social.
Epstein cuestiona cierta realidad a través de una representación ambigua y compleja. No hay duda que tanto la lectura visual de estos cuadros, como su interpretación semántica es compleja. El crítico Raúl Santana, en la presentación de esta muestra, ensaya una lectura de los significados denotados y connotados:” ¿Es el relato de algún peligro? El enjambre de signos ocupa el plano de punta a punta, no para mostrarnos lo aparente de la vida sino para introducirnos en un mundo de formas desgarradas o rotas, por lo general entrelazadas a la máquina”. Pero el crítico no se detiene aquí y ensaya un segundo nivel de interpretación cuando supone la posible referencia de estas imágenes a la lucha de lo orgánico contra lo inorgánico, “metáfora justa de la vida actual”.
No hay duda que estas afirmaciones son válidas. La actitud de la artista, incorporada al entorno espiritual del expresionismo – un expresionismo que debe aceptarse menos como un estilo común que como una manifestación creadora de los individuos- , responde a un modo de enfrentar la realidad penetrando los estratos psíquicos más allá de la conciencia crítica, liberando lo instintivo para lograr imágenes nacidas de una práctica pictórica vital pero reflexiva.
En esta corriente llena de individualidades se mueve Susana Epstein. Lo hace sin gritos destemplados.
La deformidad de sus objetos y personajes discurre en comunión con los contenidos significativos de angustia, aislamiento, peligro, opresión. Las pinceladas espontáneas, los grafismos libres y sinuosos, el espacio trastocado, el color, nunca se disocian de la intencionalidad expresiva.
La pintura de Epstein y sus dibujos de señalada calidad- surgen de un mundo propio en el que reconocemos nuestra realidad, sólo que iluminada desde nuevos ángulos, develada en sus oscuridades, vista, en sus facetas más ocultas sólo accesibles a las miradas del poeta, del artista.

Jorge López Anaya
Arte al Día

DOS EPOCAS TRES EXPRESIONISMOS: Ernst Barlach, Susana Epstein y Martín Reyna”

SUSANA EPSTEIN: FORMAS DE UNA REALIDAD

Dice bien Raúl Santana en la presentación de Epstein que “(….) no es la vehemencia de su materia que a veces grita con altos contraste o que introduce al espectador en este universo fragmentado sino esos escenarios que tienen algo de paisaje final “.
Enfilado hacia el siglo XXI, el arte opera como catalizador de los sentimientos generales. En Epstein el discurso está cargado siempre de una anécdota transparente, punto de partida que no afrenta a los valores plásticos intrínsecos. Esos “accidentes”, esas caras angustiadas, esos fondos de pesadilla pueden ser fácilmente asimilables si los observamos desde un punto objetivo, pero no estático. Epstein revela la vida actual, su carga dramática que parece haber sido generada más por la indiferencia que por las circunstancias concretas, aunque a éstas no podamos obviarlas.
La neo-figuración de raíz expresionista de esta pintora audaz, con mucho temperamento en la explayación, es uno de los cauces por el que navegan- con mayor o menor éxito – muchos creadores nuestros. Ella – porque felizmente tiene un matiz propio de gran poder de convicción – nos demuestra que una tendencia no es necesariamente adocenadora, sino que es la que la época impone, queda en el artista asimilarla como espejo de una manera de ver y sentir de su contemporaneidad. Epstein lo logra con un empuje especial, con una emotividad y una autenticidad notables. Expone en el Centro Cultural General San Martín.

Albino Dieguez Videla
La Prensa

NUEVOS PLÁSTICOS QUE CON SUS ACTIVIDADES INCONFORMISTAS APORTARIAN INNOVACIONES

Susana Epstein expone en el 1er Piso del Centro Cultural San Martín. Es otro caso artístico que refleja fuertes inquietudes. Dibujos en tinta, técnicas mixtas, acrílicos, irrumpen dramáticos en aparentes desesperanzas sumidas en atmósferas que parecen reflejar sueños, búsquedas de formas y sentimientos a través de colores que se funden y confunden en diversificado crisol de tonos con la resultante de que sus argumentos conllevan torbellinos de expresivo aliento.
El sugerente índice plástico en los cuales embarca sus imágenes condicen asimismo con una evidente capacidad para manejar cromatismo que destacan la alta temperatura en que se desenvuelve el vendaval de sus veloces protagonistas. Es dable pensar que, como dicta cursos de Visión, Percepción y Lenguaje Gestáltico, su personalidad está condicionada por objetos conceptuales, pero en lo artístico se destaca enfáticamente hacia una libertaria actitud.

Jorge Feinsilber

Crítica Publicada en el diario La Prensa

SUSANA EPSTEIN Y LAS PROPUESTAS DE TRANSFORMAR LA REALIDAD DESDE UN CÓDIGO DE BELLEZA

Dibujos y pinturas de Susana Epstein configuran una trayectoria donde la realidad del imaginario individual, coexisten , conviven , co-interpretan la obra que la artista-el ilusionista-ponen en escena sobre el plano .
Aclaro en cada pieza de Epstein, existe una alusión nítida y transparente a situaciones cotidianas, emblemas que todos conocemos y hasta utilizamos. Hay además, gente. Muchas veces, hombres.
Aclaro, representaciones o figuraciones de un personaje que responde genéricamente, al sexo masculino. Uno puede encontrar por ejemplo: señores, televisores, interiores de un baño. Este arsenal de datos, positivamente, no responde a una propuesta aliada al realismo ni, por supuesto, se propone pactos naturalistas.
Sucede que tal sumatoria de elementos, en Susana Epstein, son datos de una casuística que se resuelve en líneas. Existe entonces, por ejemplo, un línea ( o una serie de líneas ) identificadas por el patronímico “ automóvil “ o “televisor “. Elementos o datos que Susana Epstein maneja en cuatro líneas, evidentemente de variado cuño, para elaborar una realidad. Su realidad o la realidad de un discurso estético que, catapultado como código, se incorporará a la postre a la realidad grande y cobijante. Produce entonces una realidad fina y pluralmente estética. Con el efecto multiplicador que deviene de semejante metodología aplicada al manejo del color que hace Epstein.
Líneas y colores – es lo que estoy diciendo – coinciden en puntear un contenido, un mensaje podría decirse, un concepto también, que sólo responde a objetivos conscientes o inconscientes (conscientes e inconscientes) que tienen origen en el interno y lo interno de la autora. Espacio que atesora además, “una interna “, como suele decirse, en las jergas de la política mundana, que responde directamente a las disquisiciones, enfrentamientos, planteos, conflictos y accesos que se producen en lo profundo del ser.
Dibujos y pinturas de Susana Epstein, configuran la existencia de un decir cuya cimbreante coherencia sale a luz por niveles distintos, es decir los que precisamente responden al dibujo y la pintura como órdenes generadores primarios.
Por ende, existe una visión. Una visión cuya naturaleza expresivamente plástica tiene naturales y obligadas referencias con una manera de mirar, de sentir, de aprehender o dejar escapar, de estar en el mundo. Se cumple así con Susana Epstein, aquella dualidad tantas veces negada desde los proverbios, pero encarnadas por ejemplo desde el arte: estar en la procesión y repicar las campanas. Ser testigo y protagonista. Vivir una situación y modificarla.
El de Susana Epstein es un arte que responde a una ubicación – y una ubicuidad – puntualmente urbana. Una urbanidad y un urbanismo que se desliza desde referentes definitorios de una sociedad urbana. Pero una maquinística – no un maquinismo – donde tales referentes, donde la totalidad de los elementos que definen a esa urbanidad, no solo tienen presencia, sino que son develados por el ojo del artista, en su función depredadora, desintegradora del individuo. Como si los habituales “bienes de consumo” fueran prolija e impiadosamente desvestidos de sus presumibles destinos originales.
Apareados a estos elementos – automóviles, televisores – Epstein se arriesga en el misterio de la figura humana – ergo, la condición humana – en su relación afectiva e infecciosa con aquellos productos que a la postre no son otra cosa que su mismísima prolongación, pero ya en un punto, donde no se sabe bien si han adquirido categoría (¿vida?) propia o es que el hombre se ha excedido en la importancia, el lugar que le ha dado a sus criaturas inanimadas.
De todo este panorama surgen las obras de Susana Epstein, transmitiendo una nerviosa sensación de intranquilidad, de desasosiego. Sus imágenes, antes que el reposo, al ser contemplativos, dinamizan con impulsos irónicos, críticos, sardónicos. Saben saltearse los etiquetamientos habituales en el caso del arte y revitalizan un panorama plástico recortado en tradiciones apolilladas, en modas institucionales, en la imaginación como pariente cercano de la prudencia.

Alfredo Andrés
Calendario Cultural de Buenos Aires